sábado, 28 de febrero de 2015



El 6 de Agosto de 1945 a las 8:15 de la mañana una cabeza nuclear explotaba a unos 580 metros del suelo Hiroshima después de haber sido soltada por el bombardero americano Enola Gay. A partir de ese momento, una onda expansiva destruyó todo lo que se encontró a su paso, y tras muchos años, los ecos de la radiación han creado secuelas para sus habitantes.

Tranvía en Hiroshima

Casi 70 años después de la tragedia, Hiroshima es una ciudad completamente distinta. Reconstruida sobre sus escombros se erige como una ciudad sencilla y bonita, pero sobretodo, como un símbolo y memorial de la paz. En lugar de enterrar las memorias, esta ciudad se ha dedicado a hacer de ellas un recordatorio de las atrocidades de las que podemos ser capaces los seres humanos para evitar que volvamos a cometer en los mismos errores.

Interior del Shinkansen Hikari

Desde la estación de Kioto, sale a las 7:20 AM un Shinkansen Hikari a Hiroshima que tarda una hora y media en llegar (si no, se puede pillar cualquier tren a Shin-Osaka y desde ahí enlazar con otro shinkansen a Hiroshima). Como siempre, el viaje en tren bala es muy cómodo, y en el trayecto se puede apreciar el castillo de Himeji si se mira por el lado derecho del vagón.


Genbaku Dome

Nuestro destino en Hiroshima era el parque de la paz y el museo, así que al llegar a la estación de trenes pillamos un tranvía hasta la parada Atomic Bomb Dome por 160 yenes cada uno. La parada queda justo al lado del Genbaku Dome, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que es un edificio construido en 1915, que fue la única estructura que quedó en pie cerca del hipocentro de la explosión , y en él se puede apreciar la estructura metálica de la cúpula expuesta.

Desde el Genbaku dome y hasta el museo de la paz, el parque es una sucesión de distintos monumentos, memoriales y esculturas de conmemoración, entre los que están:


Memorial a los estudiantes desplazados a Hiroshima

Monumento a la paz de los niños (en memoria de la pequeña Sadako que murió de Leucemia años después)

Mosaicos de grullas de papel en memoria de Sadako

Memorial hall

Interior del memorial hall con el mapa de Hiroshima y el momento de impacto por barrios

Vigilante saludando al cenotafio de las víctimas

Llama de la paz que se mantendrá encendida mientras exista arsenal nuclear en el mundo

Maqueta del hipocentro de la explosión en el museo de la paz

Reloj detenido en la hora exacta de la explosión

"Sombra radioactiva" de una persona impresa sobre un muro

Finalmente, el museo de la paz es un centro de interpretación donde se cuenta la historia, cronología y consecuencias de la explosión de la bomba atómica, donde además se pueden apreciar distintos objetos, tales como un reloj que se detuvo en el momento exacto de la explosión o una pared donde se puede observar la "sombra" radioactiva que dejó una persona que estaba sentada frente a él. La sensación con la que se sale del museo es bastante amarga tras ver los testimonios de la barbarie, sobretodo tras ver al salir un mapa de las cabezas nucleares de las que se tiene constancia actualmente en el mundo.

Okonomiyaki estilo Hiroshima

Tras pasear un rato más por el parque, decidimos ir a comer un okonomiyaki típico de Hiroshima, para después emprender camino hacia la isla de Miyajima. Desde la estación de Hiroshima, hay que pillar un tren local hasta la estación de Miyajimaguchi, desde donde se puede pillar el ferry de JR para llegar a la isla de Miyajima (incluido en el JR Pass).

Isla de Miyajima con el Torii flotante

En 10 minutos el ferry llega a la isla pasando al lado de una de las tres vistas más icónicas de Japón: el famoso torii "flotante" del templo Itsukushima. Este Torii mide 16 metros de altura y se encuentra en la arena frente al templo que mira al mar; cuando la marea sube, la base del torii se inunda y el agua llega hasta el mismo templo, y durante la bajamar se puede andar hasta la base del torii.

Bosque en el monte de Miyajima

Pequeño río en el monte de Miyajima

Ciervos salvajes en la isla

La isla de Miyajima es relativamente pequeña, y a parte del templo y su torii, tiene una montaña a la que se puede subir andando o en teleférico que resulta muy bonita en otoño gracias a las coloridas hojas de los arces rojos. Al igual que en Nara, en Miyajima nos topamos con ciervos salvajes que pasean por la ciudad, e incluso a orillas de la playa.

Las famosas ostras de Miyajima

Un plato típico de la gastronomía local de la isla es la ostra preparada a la brasa, que son bastantes baratas y merece la pena probarlas. Además tienen su propio dorayaki con forma de hoja de arce rojo.

El Torii al atardecer

Otra más del torii

Después de unas fotos al atardecer al lado del torii emprendimos viaje de vuelta en ferry y tren de vuelta a Hiroshima, y desde ahí tren de vuelta a Kioto, esta vez haciendo trasbordo en Shin-Osaka pues no había trenes directos a esa hora.

Antes de despedirnos, os contamos una curiosidad (o trivialidad) que nos llamó la atención a la vuelta: Desde nuestra estancia en Tokio, y después en Kioto, nos dimos cuenta de que en Japón la gente se suele poner en el lado derecho de las escaleras mecánicas para permitir así que aquellos que quieran subir o bajar con prisa lo hagan por el lado izquierdo; salvo en Osaka, donde no sabemos muy bien por qué, pero se ponen al lado izquierdo, dando lugar a un mini-caos (nada común en Japón) cuando un tren con pasajeros provenientes de Osaka se bajan en la estación de Kioto.

Sayonara!


Disclaimer: Todas las fotos de esta entrada son propiedad del autor. La reproducción o publicación total o parcial de las mismas sin autorización no está permitida.

Diario de Japón (VIII): Hiroshima y Miyajima. Una visita incómoda pero obligatoria

domingo, 15 de febrero de 2015



Además de los templos que se pueden visitar dentro de la ciudad, a poca distancia de Kioto hay muchas localidades que sin duda alguna merecen una visita, como por ejemplo, Inari.

Inari se encuentra en las afueras de Kioto y es fácilmente accesible en tren. El principal atractivo de esta localidad es el templo Fushimi Inari, construido en la base de una montaña, desde donde suben varios caminos por la colina decorados con una sucesión de puertas torii que parecen formar un túnel que conduce a los distintos altares repartidos a lo largo de la montaña. Este templo es muy popular y turístico (quizás las imágenes os resulten familiares de la película Memorias de una Geisha) y por ende muy concurrido, así que es recomendable ir temprano para no encontrarse con demasiada aglomeración de gente.


Camino de toriis

Toriis

Uno de los altares que se encuentran en el camino

Tras haber subido buena parte de la colina y sacado miles de fotos, continuamos hacia nuestro próximo destino en tren: la ciudad de Nara.

Nara fue la capital de Japón entre los años 710 y 784 y su centro histórico alberga un conjunto de templos que han sido declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Tras llegar a la estación, hay que caminar unos 10 minutos por la avenida principal hasta llegar al parque donde se encuentran estos templos. Una vez dentro del parque nos empezamos a topar con los principales habitantes del recinto: los ciervos. Según una antigua leyenda, un dios mitológico dejó a los ciervos en Nara para protegerla, y es por esto que son considerados animales sagrados y pasean libremente por la ciudad. Por 150 yenes podemos comprar galletas a los vendedores ambulantes para alimentar a los ciervos (a falta de galletas, podemos dar fe de que a ellos igual les vale un mapa), y si nos acercamos a ellos y les hacemos una reverencia, nos responderán con una reverencia también.

Galletas para ciervos

Un ciervo comiéndose nuestro mapa (tras sustraerlo de mi bolsillo)

La siguiente parada en nuestro recorrido por el parque es el Kōfuku-ji, un templo budista que es sede nacional de la escuela Hossō. Lo que más llama la atención de este templo es la pagoda de 5 pisos que se encuentra al lado del edificio principal (el salón dorado del este); como anécdota curiosa, mientras estábamos fotografiando la pagoda, un turista japonés nos pidió que posásemos junto a la pagoda para su foto (!?).


Pagoda de 5 pisos del Kōfuku-ji

En nuestra opinión, el templo más reseñable de Nara, es el Tōdai-ji, cuyo edificio principal además de ser tesoro nacional, es el edificio de madera más grande del mundo. Este templo budista sirve de sede de la escuela Kegon, y en el interior de su edificio principal se encuentra el Daibutsu o gran buda: una estatua de casi 15 metros de altura que muestra al Buda en postura semui-in segan-in.

Edificio del Gran Buda (daibutsuden)

Vista de la entrada desde el daibutsuden

Estatua del Gran Buda

Tras la visita a los templos, un pequeño paseo por el parque de Nara hasta el estanque decidimos volver a la estación, comer un plato de ramen caliente y rematar la tarde en Osaka, para repartir así las visitas en esta ciudad entre este día y otro más en el que pernoctaremos allí.

El viaje de Nara a Osaka en tren no es demasiado largo, pero fue suficiente para recargar un poco las baterías. Al llegar a Osaka pillamos la línea circular de JR que recorre la ciudad para dirigirnos hacia el castillo de Osaka. En las inmediaciones del castillo nos topamos con una especie de celebración religiosa, en el que distintas agrupaciones (estilo cofradías) tocaban tambores y música sobre una carroza decorada con dragones mientras otros miembros de la agrupación bailaban de una manera un tanto particular.

¿Celebración religiosa?

El castillo iluminado tiene su encanto, así que las vistas del castillo y de la ciudad al atardecer desde él son bastante recomendables.


Puente de entrada al castillo

Selfie en el castillo de Osaka

Para culminar el (larguísimo) día, decidimos ir hacia el Umeda Sky Building para contemplar las vistas panorámicas de la ciudad desde el mirador. La entrada al observatorio cuesta 700 yenes, pero las vistas de la ciudad son espectaculares además de ser un mirador peculiar (por no decir extravagante) con luces halógenas de noche y suelo fluorescente.

El Umeda Sky Building visto desde abajo

Vistas desde el observatorio (con mucho viento)
  
Vistas desde el observatorio (con mucho viento)

Y después de haber visto Osaka desde las alturas ya era hora de regresar a Kioto a descansar para la excursión que teníamos planificada para el día siguiente (¡esto es un no parar!).

Sayonara!

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Diario de Japón (VII): Inari, Nara, Osaka